viernes, 29 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / La siesta

 




Triunfo Arciniegas
LA SIESTA
29 de marzo de 2024

Íbamos a pie porque la carretera era una trocha. Me acompañaba un amigo de Jaime Fernández. No conocía al resto. La maltrecha vía se metía al patio de una casa. Le sugerí a la dueña un trazado que no la perjudicara pero, al parecer, no había nada que hacer. Un animal descabezado, con las patas amarradas, se desangraba en un platón. Le pregunté al amigo si era un perro y lo negó. “Por acá se los comen”, explicó.

Pájaros sin nombre oscurecían los árboles.

Pasamos por un caserío que creo que reconocí. Más adelante distinguí una especie de centro comercial. El amigo dijo que yo había estado ahí antes. No nos detuvimos. La carretera se veía mejor pero muy poco transitada. Los pájaros armaron un tremendo alboroto en los árboles.

Empezaba a oscurecer. Llegamos a la ciudad donde nos encontraríamos con Jaime, que tenía cita con una mujer. Según el amigo, habíamos caminado todo el día con el único propósito de hacer parte de la estrategia de Jaime para pasar la noche fuera de casa. Al otro día viajaríamos todos a Villavicencio. Me sentí solo y triste. Me hubiera gustado tener a alguien para divertirme esa noche.

Dimos con un montón de gente. Alguien conocido por su habilidad para escribir versos estaba tocando con evidente virtuosismo un extraño instrumento, como un nido de barro, y aunque improvisaba, encajaba muy bien con el resto del conjunto. Estábamos embobados contemplando el espectáculo. Jaime no aparecía por ninguna parte. Una vez terminada la pieza, me acerqué al director del grupo para proponerle que escribiéramos canciones.




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