miércoles, 28 de febrero de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / Cumpleaños

 

Fotografía de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
CUMPLEAÑOS
27 de febrero dd 2024

Esteban Carlos Mejía me llamó ayer por motivo de cumpleaños. Me preguntó cómo estaba y le respondí de inmediato: “Mejor que el país”. Soltamos la risa al tiempo. Peor que el país, nadie. Espero que nadie. Habría que estar requetejodido.

No me va bien con los cumpleaños. Los detesto casi tanto como la Navidad y el Año Nuevo, aunque no tanto como el fútbol y su fanatismo, los testigos de Jehová y los petristes que creen en paraísos imposibles, la música vallenata y otros ruidos. En fin, no tengo familia para celebrar los cumpleaños. Envidio esas escenas cinematográficas donde alguien sopla las velitas rodeado de un centenar de familiares y amigos. Eso nunca pasará en mi vida.

Durante los años que estuve persiguiendo carnavales viví los cumpleaños más extraños. Uno en São Paolo, otro en México, otro en Barranquilla o Cartagena. Ayer fue otro día solitario. Lo dediqué a las diligencias. Reclamé el pasaporte y la tarjeta de propiedad de la Hammer, me metí un par de horas a una librería pero no compré nada, y terminé contemplando el atardecer en un parque. El muchacho de los pasaportes desairó todo intento de conversación. No se le dio la gana responder ninguna pregunta. No le importó ninguna de mis observaciones. Puse la huella del pulgar y recibí el pasaporte. Más intercambio hubiese tenido con una máquina. Con la tarjeta de la Hummer fue peor: la mujer estaba sumergida en un chateo personal, y una vuelta que podría hacerse en un par de minutos se extendió a más de diez. ¿A esta mujer le pagan por entretenerse con el celular? “Señorita, por favor”, le dije, y me guardé los comentarios por temor a que me embolara la tarjeta que tanto tiempo nos ha costado a René y a mí.

Quería festejarme con una compra pero no cuajó. Ni siquiera almorcé. Llegué doce minutos tarde a la oficina de los pasaportes y tuve que dejar la diligencia para la tarde. Luego tuve que esperar a René y resulta que apenas conversamos unos minutos porque debía correr a dejar el auto en el taller. El horario se desbarajustó y los camarones al ajillo del cumpleañero quedaron pendientes. Por otra parte, puedo encontrar los libros a un mejor precio en la Filbo. En Alfaguara y Planeta tengo descuento de autor, y en otros sitios, algunos conocidos. Voy a cotizar otro iphone. Le hice una foto a un vagabundo. Una sola foto. La única de la jornada. Necesito de cierto ánimo para hacer fotografías. “Estoy tan sólo como ese pobre hombre”. Pensé. “Sólo me falta el costal de sus desgracias.” Y luego corregí: cada quien con su costal de pesares.

Y eso fue todo. Volví al hotel, muy cansado, y traté de dormir.

Agradezco los mensajes. Agradezco sobre todo a quienes se tomaron uno o dos minutos para escribir un mensaje personal. Quedé tan acelerado que le estoy dando “me gusta” a todos los mensajes de cumpleaños que encuentro, sean míos o no.

Amanecí con la certeza de que me sobran veinte kilos y por lo menos treinta años.


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