domingo, 11 de febrero de 2024

George R.R. Martin / Sansa y Lysa

 


George R.R. Martin

SANSA Y LYSA

  —Me habéis mandado llamar, mi señora —dijo Sansa, deteniéndose ante el estrado con una reverencia.
    Seguía oyendo el sonido del viento, así como los suaves acordes que rasgueaba Marillion al otro lado de la sala.
    —He visto lo que has hecho esta mañana —dijo Lady Lysa.
    —Espero que Lord Robert se encuentre mejor. —Sansa se estiró los pliegues de la falda—. No era mi intención romperle el muñeco, pero me estaba destrozando mi castillo de nieve, yo sólo...
    —¡No te hagas la inocente, a mí no me engañas! —gritó su tía—. No me refería al muñeco de Robert. Te vi darle un beso.
    La Sala Alta pareció enfriarse un poquito más. Fue como si las paredes, el suelo y las columnas se hubieran convertido en hielo.
    —Fue él quien me besó a mí.
    —¿Y por qué iba a hacer semejante cosa? —La ira hacía que a Lysa se le movieran las aletas de la nariz—. Tiene una esposa que lo quiere, una mujer de verdad, no una cría. No le hace ninguna falta una mocosa como tú. Confiésalo, niña, te echaste encima de él. Fue así.
    —Eso no es cierto. —Sansa dio un paso atrás.
    —¿Adónde vas? ¿Tienes miedo? Ese comportamiento tan promiscuo merece un castigo, pero no seré dura contigo. Tenemos un niño de los azotes para Robert, como tienen por costumbre en las Ciudades Libres. Con lo delicado que está de salud, él no soportaría la vara. Ya buscaré a alguna pueblerina que reciba tus azotes, pero antes tienes que reconocer lo que has hecho. No soporto a los mentirosos, Alayne.
    —Yo estaba haciendo un castillo de nieve —dijo Sansa—. Lord Petyr me ayudó, luego me besó. Eso fue lo que visteis.
    —¿Es que no sabes qué es el honor? —le replicó su tía con brusquedad—. ¿O es que me tomas por idiota? Es eso, ¿verdad? Me tomas por idiota, ya lo veo. Pues no soy idiota. Te crees que puedes tener al hombre que quieras sólo porque eres joven y bonita, no creas que no me he fijado en las miradas que le echas a Marillion. Yo sé todo lo que sucede en el Nido de Águilas, jovencita, y ya he conocido a muchas de tu calaña. Pero te equivocas mucho si piensas que esos ojos grandes y esas sonrisas de ramera te ganarán el amor de Petyr. ¡Es mío! —Se puso de pie—. Todos me lo han intentado quitar. Mi señor padre, mi esposo, tu madre... Sí, sobre todo Catelyn. Le gustaba besar a mi Petyr, vaya si le gustaba.
    —¿A mi madre? —Sansa retrocedió otro paso.
    —Sí, a tu madre, a tu querida madre, a mi amada hermana Catelyn. No te hagas la inocente conmigo, sabandija mentirosa. Durante todos aquellos años en Aguasdulces estuvo jugando con Petyr como si fuera un pelele. Lo embrujaba con sonrisas, con palabras cariñosas y miradas de ramera, y convertía sus noches en una tortura.
    —¡No! —«Mi madre está muerta —habría querido gritar—. Era tu hermana y ahora está muerta»—. No es verdad. Ella no haría semejante cosa.
    —¿Cómo lo sabes? ¿Dónde estabas? —Lysa se bajó de la silla alta en un remolino de faldas—. ¿Acaso viniste con Lord Bracken y Lord Blackwood cuando nos visitaron para que mi padre resolviera sus diferencias? El bardo de Lord Bracken cantó para nosotros, y aquella noche Catelyn bailó seis veces con Petyr, ¡seis veces, que las conté! Cuando los señores empezaron a discutir, mi padre se los llevó a su sala de audiencias, de manera que no quedó nadie que nos impidiera beber. Edmure, pese a lo joven que era, se emborrachó... y Petyr trató de besar a tu madre, pero ella lo rechazó de un empujón. ¡Se rió de él! Tenía una cara de dolor tal que pensé que se me iba a romper el corazón; luego bebió tanto que se desmayó encima de la mesa. El tío Brynden lo llevó a la cama para que mi padre no lo encontrara de aquella manera. Supongo que no lo recuerdas, ¿verdad? —La miró con furia—. ¿Verdad?
    «¿Qué le pasa, está borracha o loca?»
    —Yo entonces no había nacido, mi señora.
    —No habías nacido. Pero yo sí, así que no te atrevas a decirme qué es verdad y qué es mentira. Sé muy bien cuál es la verdad. ¡Tú lo besaste!
    —Fue él quien me besó —insistió Sansa—. Yo no quería...
    —Cállate, no te he dado permiso para hablar. Lo provocaste, igual que tu madre aquella noche en Aguasdulces, con sus sonrisas y sus bailes. ¿Creías que se me iba a olvidar? Fue la noche en que subí a escondidas a su dormitorio para consolarlo. Sangré, pero fue el dolor más dulce que se pueda imaginar. Entonces me dijo que me quería, pero antes de quedarse dormido me llamó «Cat». Aun así me quedé con él hasta que el cielo empezó a iluminarse. Tu madre no se lo merecía, ni siquiera le dio una prenda suya cuando se enfrentó a Brandon Stark. Yo le habría dado mi prenda, yo se lo di todo. Ahora es mío, no de Catelyn ni tuyo.

George R.R. Martin
Tormenta de espadas
Random House, Bogotá, 2023, pp.1091-1092

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