Julio Ramón Ribeyro
ALIDA
30 de diciembre de 1978
Si mi unión con Alida fracasa algún día no será tanto por la oposición de nuestros caracteres como por la identidad de nuestros defectos. Su orden con mi desorden, su higiene con mi desaliño, su locuacidad con mi silencio, su sociabilidad con mi enclaustramiento, mal que bien han hecho buen ménage durante casi veinte años... Pero es nuestra común imprevisión y prodigalidad lo que nos pone en una situación en la que nuestra sociedad deja de ser viable. Ambos no tenemos la menor idea del ahorro, de la economía, de la intendencia de la casa y nos precipitamos inconsciente y casi desesperadamente hacia la ruina.
Nuestra táctica es la de la fuite en avant: mientras más deudas, más gastos. Es así que este año, en el que tanto ella como yo tuvimos entradas extras que nos hubieran permitido equilibrarnos, lo cerramos con un déficit monstruoso y para él cual no hay ningún Fondo Monetario Internacional que pueda refinanciar... Y como ambos somos ilusos -y por ello optimistas, a pesar de lo que se diga de mí- dejamos suceder las cosas con la esperanza de que mañana o el mes próximo realice ella el negocio o yo la obra que nos permitan salir a flote.
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