Marcel Proust |
Marcel Proust |
La época durante la cual trabajé en el guión de Proust ha sido una de las más hermosas de mi vida; a tal grado resultó una aventura, una verdadera exploración del universo de un escritor. Me pasé tres meses leyendo exclusivamente En busca del tiempo perdido, todos los días, todo el día. Tenía la vieja traducción inglesa de Scott-Moncrieff, pero acudía sin cesar al original, con ayuda de la formidable mujer y talentosa traductora que es Barbara Bray. Los tres juntos, Barbara, Joseph Losey y yo, colaboramos intensamente. El trabajo estuvo hecho de larguísimas discusiones, muchas investigaciones documentales y viajes a Illiers, Cabourg, visitas a mansiones aristocráticas, para empaparnos del mundo proustiano. […] Luego de nuestro dilatado trabajo preparatorio, Joe me dijo: Ha- rold, es hora de que te pongas a escribir’. Estuve de acuerdo con él. Así que al día siguiente me levanté y me instalé en mi oficina; miré entonces las toneladas de notas que había ido acumulando, los montones de libros que había consultado sobre tal o cual tema, y me paré frente a la ventana mientras fumaba cigarrillo tras cigarrillo. Consideré que era hora de hablarle a Joe: ‘No puedo; no me sale’. Joe me dijo: ‘Sal y dale una vuelta al parque’. Sin dudar lo obedecí y me fui a dar una vuelta a Regent’s Park. De regreso, volví a telefonearle: ‘No hay nada que hacer. Sigue sin ocurrírseme nada’. ‘No te queda otra más que dormir’, me respondió con un tono tranquilizador. Así que me fui a acostar. A la mañana siguiente fue lo mismo. Sin pensarlo demasiado tomo el teléfono: ‘Es imposible, Joe’. Joe, tranquilo, sin inmutarse, me dice entonces: ‘Ya sé lo que tienes que hacer’. Le pregunto ansioso ‘¿Qué?’. ‘¡Comenzar!’. Y no me quedó otra que comenzar, y al comenzar todo vino de golpe: las imágenes, los sonidos, los colores, los olores fueron sumándose al flujo de las imágenes que iba urdiendo. Metí el acelerador y sin detenerme terminé el guión.
Harold Pinter / Por el camino de Proust
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