domingo, 30 de mayo de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Sobre dictaduras y otras miserias

El comandante Hugo Chávez



Triunfo Arciniegas
SOBRE DICTADURAS Y OTRAS MISERIAS
24 de mayo de 2021
Si los pañales son como los políticos porque deben cambiarse con frecuencia, según las sabias palabras de Bernard Shaw, ¿le dará su voto uno que en plena campaña ya está pensando en tres períodos? ¿Qué va a hacer con el olor a mierda?
¿De qué sirve cambiar un eterno por otro?
¿No le han contado la feroz vida de las dictaduras? ¿Qué hizo Castro en Cuba? Empezó fusilando a los enemigos para asegurarse la permanencia en el poder. Destruyó la democracia y la economía. Expropió, ahuyentó la riqueza, multiplicó los pobres. Y las putas. Cuba es un puteadero. Lo era antes de la revolución. Y lo sigue siendo, pero con más fuerza.
Fidel y Raúl Castro gobernaron a Cuba sesenta años, hasta que la propia naturaleza los extinguió, y ahora dejan en el poder a otro de su misma calaña, en un país con un solo partido político, con un solo periódico y un solo canal de televisión. Y solo y unánime aburrimiento. En Cuba el mundo se estancó. Nada pero nada es más deprimente que una librería en La Habana. Dan ganas de llorar. La ciudad con sus edificios desmoronados, con autos de otro siglo. No me lo contaron: fui a verlo. Una Cuba que el socialismo convirtió en parásito, primero vivieron de Rusia y luego del petróleo venezolano.
¿Qué hizo Chávez en Venezuela? Lo mismo. Transformó el país más rico de Latinoamérica en un reino de miseria y desolación. Cinco millones de venezolanos recorren el mundo muertos de hambre. El resto pasa hambre en su propio país. Del Socialismo del siglo XXI, miseria, tan solo miseria.
Militares ineptos manejan el país. Chávez, el charafote, el comandante, nombró militares en todos los cargos. Lo importante era el dominio. Lo importante era el uniforme. Lo importante era la vigilancia de los ciudadanos. Aparecieron miles de ojos cubanos. "En Cuba aprendí estrategia", dijo Chávez. Es decir, represión.
¿Cómo es posible que un país con tan incalculables reservas de petróleo padezca escasez de gasolina? La están llevando de contrabando desde Colombia. Ahora es al revés. Antes la traíamos de allá. ¿Cómo es posible un profesor universitario con los zapatos rotos? ¿Cómo es posible que se requiera el salario de mes para comprar un pollo y un cartón de huevos?
La feroz vida de las dictaduras. ¿No le han dicho cómo es vivir como un mendigo, haciendo cola para la comida o el agua, sin gas, sin luz y sin gasolina, con la peor devaluación del mundo? No me lo contaron: vi esas colas en Caracas. Vi la ciudad revuelta, tomada por los vándalos, atiborrada de basura.
Vaya una o dos semanas a Cuba para que lo mate el aburrimiento. No hay nada qué hacer, no hay con qué. El deporte nacional de Cuba es tirar porque no hay más. Y no solo de tirar vive el hombre. O vaya unos días a Venezuela para que lo mate la desesperanza.
Ningún país, por Dios, se merece esta porquería de gobernantes. Las dictaduras son terribles, espantosas, de izquierda o de derecha. Somoza, Videla, Trujillo, Pinochet, Fidel Castro, Hugo Chávez, todos caben en el mismo costal de la infamia.
Lo sé: gobiernos corruptos, asquerosos gobiernos, facilitaron la entrada de las nefastas experiencias socialistas. La gente creyó que los barbudos de la revolución cubana eran la solución. La gente creyó que Hugo Chávez era el mesías. Y miren cómo están de jodidos ahora. La gente cree que proyecto local de dictador es la solución. La gente desesperada. Y la desesperación es mala consejera.
¿Todavía quiere un déspota en el gobierno? Tan ególatra como el mismo Chávez. Un tipo obsesionado por el poder. Un tipo que se aprovecha del caos y que no le importa arrojar el país al abismo.
¿Todavía quiere un déspota? En la pasada campaña le hicieron prometer en la plaza de Bolívar que no se atornillaría al poder. Que no expropiaría. Que no acomodaría a su antojo la Constitución. Porque no confían. Ni los mismos de su corriente política confían. Fue un acto ridículo. Había unas tablas. Cómo si se trata de Moisés. Y como Moisés, el político se quedó viendo la tierra prometida. Por suerte.
¿Todavía quiere un déspota?


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