Fidel Castro y García Márquez |
Enrique Kraus
García Márquez y Fidel Castro
La amistad y las langostas continúan veinte años después. Panegirista, consejero áulico, agente de prensa, representante plenipotenciario, jefe de relaciones públicas en el extranjero, todo eso ha sido García Márquez para Castro. En 1996 cenó con el presidente Clinton para buscar el necesario acercamiento con Cuba: “Si Fidel y usted pudieran sentarse a discutir cara a cara, no quedaría ningún problema pendiente.” Tras el 9/11 escribió una larga carta a Bush: “¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente que el horror estalla en tu patio y no en el living del vecino?” Las cosas han marchado siempre bien, salvo en algunos momentos, como en 2003, cuando un movimiento de conciencia más importante y universal que la democracia pareció interponerse entre los dos amigos: los Derechos Humanos. En marzo de ese año, en una acción fulminante, Castro reeditó los juicios de Moscú contra 78 disidentes condenándolos a penas de entre doce y veintisiete años de cárcel. (Uno de ellos fue acusado de poseer “una grabadora Sony”.) Acto seguido, ordenó matar en caliente a tres muchachos que querían huir del paraíso en un lanchón. Ante el crimen, José Saramago declaró (luego se desdijo) que “hasta allí llegaba” su relación con Castro, pero Susan Sontag fue más lejos y, en el marco de la Feria del Libro de Bogotá, confrontó a García Márquez: “Es el gran escritor de este país y lo admiro mucho, pero es imperdonable que no se haya pronunciado frente a las últimas medidas del régimen cubano.”
Enrique Kraus / Gabriel García Márquez. A la sombra del patriarca
31 de octubre de 2009
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