Triunfo Arciniegas
LAS MUJERES DE OBREGÓN
10 de abril de 2018
He vuelto a leer, y con el mismo gozo, uno de mis libros amados, Las mujeres de Obregón. Más que su pintura, me fascina el personaje que fue Alejandro Obregón, el hombre de carne y hueso, la maravillosa persona que nunca tuve el honor de tratar. Lo vi una sola vez en la vida, en la recepción de un hotel de cinco estrellas de Medellín, cuando me gané el Enka. El pintor estaba con una mujer preciosa, una mujer rubia, una más de sus amantes, y le quedaban tres años de vida. No se habla de ella en el libro. Hay una línea de su amiga Soffy Martínez que me intriga: "Posteriormente se enloqueció con una francesa preciosa, y ella con él". (Página 114.) Tal vez Soffy se refiera a la rubia que vi con el pintor en Medellín. La mujer oficial de Obregón era entonces Josefina Delvalle. Vivieron juntos catorce años y se separaron en diciembre de 1989.
Quise leer este libro antes de que se escribiera. Alejandro Obregón vivía aún y yo sabía que quería leer el libro sobre sus mujeres. Se hizo pronto, apenas un año después de su muerte. Lo conseguí y lo devoré de inmediato.
Alejandro Obregón, un hombre muy amado. Las palabras de Sonia Osorio (p. 40): "Difícilmente existe un amante más maravilloso que él, en todo sentido. Era como de mentira. Voluptuoso, apasionado, tenía todos los ingredientes para enloquecerlo a uno. Y para mí, que venía de una especie de noche oscura, aquello fue como un amanecer." A pesar de que fueron tantas, las mujeres lo recuerdan con inmenso amor. Perdonan sus deslices y honran su memoria.
Ahora, ordenando mi biblioteca, encontré un ejemplar limpio, sin un solo subrayado, y me llamó la atención. De entre sus página se deslizó la nota de la mujer a quien se lo había regalado. Me lo devolvía para sentirse mejor, según sus palabras.
Así que volví a leer Las mujeres de Obregón, casi de un día para otro, muy emocionado. Todo subrayado, este "nuevo" ejemplar nunca saldrá de mi biblioteca. Los capítulos de Mara Martínez, una de sus amantes, y de Silvana, su única hija, me emocionaron hasta los huesos.
Camándula
Las mujeres de Obregón
Elektra, Bogotá, 1993, 155 páginas.
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