Fotografía de Terry Richardson |
Robert Walser
ESOS OJOS
1
¡Y esos ojos! Contemplarlos es como sumergir la mirada en algo profundo, angustiosamente abisal. Con su brillante negrura, esos ojos parecen no decir nada y expresar, a la vez, lo inexpresable, a tal punto resultan conocidos y desconocidos al mismo tiempo.
2
Ya sus ojos... ¿No han sido siempre para mí como una orden, un mandamiento de intangible belleza? No, no, no le miento. Y cuando aparecía usted en la puerta...Aquí dentro nunca he necesitado el cielo, ni la luna, el sol o las estrellas. Usted, sí, usted ha sido para mí la aparición suprema. Le estoy diciendo la verdad, señorita, y espero que sienta cuán lejos de todo intento de adulación se hallan mis palabras.
3
Quizá hubiera podido convencerla a tiempo de que tenía buenas intenciones, de que su querida persona me era importante, y de que por muchos hermosos motivos quería hacerla feliz, y con ello a mí mismo; pero no me esforcé más, y ella partió.
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