Anne Sexton
CARTA A SU HIJA
Querida Linda,
Estoy a la mitad de un vuelo a St. Louis para dar una conferencia. Estaba leyendo una historia en el New Yorker que me hizo pensar en mi madre y, sin darme cuenta, sola, en el asiento, susurré: «Yo sé, madre, yo sé» –encontré una pluma, y pensé en ti– que algún día volarás sola a alguna parte, que quizás yo ya haya muerto, y desearás hablar conmigo.
Yo quiero hablar. (Linda, quizás no estés volando, quizás estés en la mesa de tu cocina tomando té, alguna tarde cuando tengas 40. En cualquier momento) y quiero decirte:
Primero, que te amo.
Dos, que nunca me decepcionaste.
Tres, yo sé. Yo estuve ahí alguna vez. Yo también tuve 40 con una madre muerta que todavía me hace falta.
Éste es mi mensaje para la para la Linda de cuarenta. No importa lo que pase, siempre serás mi pajarito, mi Linda Gray. La vida no es fácil. Es terriblemente solitaria. Yo lo sé. Ahora tú también lo sabes –en donde estés, Linda, hablándome. Pero yo tuve una buena vida –escribí infeliz– pero viví a capa y espada. Tú también, Linda –vive al límite. Te amo, mi Linda, a los cuarenta, y amo lo que haces, lo que encuentras, lo que eres. Sé tú misma. Pertenece a aquellos que amas. Háblale a mis poemas y a tu corazón –estaré en los dos: si me necesitas. Mentí, Linda. Yo también amé a mi madre y ella me amó a mí, ella nunca me sostuvo pero la extraño, tanto, que tuve que negar que alguna vez la amé –o ella a mí, ¡pero qué tonta, Anne! ¡Así es!
NOTA
Carta de Anne Sexton a Linda Gray Sexton, en Anne Sexton: A Self-Portrait in Letters, edición de Linda Gray Sexton y Lois Ames, Estados Unidos, Mariner Books, 2004, p. 424. Traducción de la autora.
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Anne Sexton (1928-1974) le escribiría esta carta a su hija, Linda, unos años antes de suicidarse. Nació en Massachusetts en 1928 y a los 19 años se casó con Alfred Muller Sexton. Gran parte de su vida luchó contra un trastorno mental que la llevó a internarse en numerosas ocasiones en hospitales psiquiátricos; y aunque paradigmática, su incursión en la poesía fue parte de una terapia médica que la llevó a ganarse el Pulitzer en 1969.
Estudió en el taller de John Holmes, y posteriormente con Robert Lowell, donde conoció a Silvya Plath; junto a estos dos últimos poetas fue considerada una poeta confesional. En alguna ocasión, Sexton dijo que si algo la había influenciado en la vida había sido el libro Heart’s Needle de W.D. Snodgrass, quien también fuera alumno de Lowell y fundador de esta corriente, cuyo título, adjudicado a M.L. Rosenthal por su ensayo «Poesía como confesión», repudió hasta morir en el año 2009. Snodgrass escribió este libro para su hija después de divorciarse y pelear su custodia, fue un trabajo revolucionario que mostró por primera vez la intimidad del hombre frente a su medio. A diferencia de los poetas modernistas que abordaron los problemas de la modernidad como espectadores, a través de la figura del flâneur, el caminante que va aprehendiendo su entorno a través de la observación, la poesía de Snodgrass profundiza en los problemas de la masculinidad en ese contexto moderno.
Autoras como Anne Sexton y Silvya Plath representan esta trasgresión del poeta a partir de su condición de mujeres suburbanas. La poesía confesional podría entenderse como una suerte de transmutación de la condición del poeta con su poesía. Sin embargo, no se trataba de reducir la experiencia a un asunto de intimidad –nadie puede negar que la poesía, en su construcción, lo sea–; se trataba, sin esta consciencia de su vocación confesional, de romper con los paradigmas de lo que se podía contar o no en un poema. Ambas poetas lo logran, con un trabajo mayoritariamente autobiográfico, abordando temas tabúes como el aborto, el divorcio, la masturbación, etc.
Anne Sexton construyó un personaje y se mimetizó con él. Quizás ésta sea una de las razones por las que tanto críticos como lectores vieron en su poesía una derivación de su propio desbordamiento. A ella, como a cualquier otro poeta, también hay que leerla entre líneas. Personalmente creo que su categorización como poeta confesional ha hecho que muchos detractores apuesten por la literalidad de su obra. A diferencia de Snodgrass o del mismo Lowell, la poesía de Sexton enciende todo el trayecto y más que en la supuesta arbitrariedad de su construcción, es en el origen del incendio poético donde debemos prestar atención. Algunos de sus poemas más conocidos y controversiales son: «La balada de la masturbadora solitaria» y «La celebración de mi útero».
En 1974, Anne Sexton se suicidó en el garaje de su casa. Ése no fue su primer intento. La poesía la sostuvo en una lucha que libró para silenciar una voz interior que la perturbó siempre. A pesar de la fuerza de sus versos, logró esconder esa fragilidad y su escaso apego por la vida en la contundencia de su yo poético. Como recordaría al final de su vida, hasta los 28 años Anne «tenía una especie de yo enterrado que desconocía si sabía hacer algo más que salsas y cambiar pañales. Era una víctima del sueño americano».
Al leer su biografía y revisar su obra, pareciera que el lector se convierte en un espectador, una suerte de voyerista que participa en una consulta psiquiátrica donde el paciente entra en catarsis; pero a diferencia de éste, el lector sí puede entrar y salir de ese laberinto de angustias personales con solo cambiar la página. Fue en esta travesía en la que Anne dejó de distinguir el personaje creado en sus poemas para fusionarse con ellos, en donde se sumió en un naufragio personal. Ya lo anticipaba a su hija Linda: «Algún día volarás sola a alguna parte […] quizás yo ya haya muerto, y desearás hablar conmigo […] La vida no es fácil. Es terriblemente solitaria. Yo lo sé.»
Beatriz Estrada Moreno
Beatriz Estrada Moreno (ciudad de México, 1985), estudió Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Observadora profesional de la ciudad, le tiene miedo a las mariposas negras y carga con una profunda nostalgia por las cosas que fueron y por las que serán. Actualmente trabaja temas de seguridad e integración latinoamericana, cursa el Diplomado de Escritura Creativa en el Claustro de Sor Juana en sus talleres de poesía y cuento; dedica sus ratos libres y no tan libres para maquinar sus historias y tiene la ligera sospecha de que en su otra vida fue rumana.
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