Don Francisco de Quevedo |
Arturo Pérez-Reverte
QUEVEDO
Venía bastante atravesado , pues no eran buenos tiempos para él, ni para su prosa, ni para su poesía, ni para sus finanzas. Hacía solo unas semanas que el Cuarto Felipe había tenido a bien levantar la orden, de prisión primero y luego de destierro, que pesaba sobre él desde la caída en desgracia, dos o tres años atrás, de su amigo y protector el duque de Osuna. Rehabilita do por fin, don Francisco había podido regresar a Madrid; pero estaba ayuno de recursos monetarios , y el memorial que había dirigido al rey solicitand o la antigua pensión de cuatrocien tos escudos que se le debía por sus servicios en Italia -había llegado a ser espía en Venecia, fugitivo y con dos compañeros ejecutados - sólo gozaba de la callada por respuesta. Aquello lo enfurecía más, aguzaba su mal humor y su ingenio, que iban parejos, y contribuía a buscarle nuevos problemas.
Arturo Pérez-Reverte
El capitán Alatriste
Madrid, Alfaguara, 2001, pp. 60-61
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