LA VIDA COTIDIANA
28 de julio de 2022
Un día elemental. No desperté tan temprano porque me acosté tarde. Amanecía. No salí a caminar, entre otras razones, porque estoy sin Toto. Revisé la comida y el arenero de los gatos. Pasé por el cajero, fui a desayunar al mercado nuevo y visité a Darío en el taller. Operación seguridad en marcha: ya está lista la reja de la ventana y el portón va de maravilla. Todo para el tercer piso. Hice mercado de verduras y pasé por D1 porque se me a acabaron las pastas, el aceite y el café. Compré arena y alimento de gatos. Al fin pedí el gas. Llevo cocinando con luz tres o cuatro días. Pasé la escoba y el trapero. Me corté un dedo alistando la basura. En esta casa los martes de jueves son Jueves son de basura. Una herida menor, pero qué escandalosa la sabes. Soy torpe. Ya partí dos de mis cuatro lujosos pocillos de colores. No hay vajilla que me aguante. Subí más gringos al tercer piso, donde la biblioteca está casi lista.
Compré mi primer panel solar ayer. Va bien la cosa. Tengo un montón de cosas por aprender, sobre todo ahora que voy a hacer casa en La Mancha.
Leí de un tirón Mouse Tales. Un inglés elemental para siete poderosas historias. Arnold Lobell es grandioso. Un genio. Ante Lobell y Roald Dahl, señores, me quito el sombrero. Debo estudiar francés. Se avecina el viaje a París y de pronto me toca solo. ¿Y si voy a Portugal? Ni creo que tenga problemas con el portugués. Lo leo bastante bien y ya estuve en Brasil dos largas temporadas. ¿ Y si vuelvo a Venecia? No sin compañía. Tampoco Florencia y Bologna. ¿Y Roma? Un próximo viaje. De manera que por ahora no voy a preocuparme por el italiano. De pronto, con tantas maravillas, ni siquiera salgo de París.
Estuve largo rato buscando el manuscrito de Los olvidos de Alejandra: la última versión. Pensé que sería un trabajo rápido y fácil. Pero el texto me ha sorprendido. Viene de hace veinte años y aún suelta escenas jugosas. Ha crecido. Un trabajo muy divertido, muy regocijante. Sé que los editores andan desesperados, pero un día más más que retenga el manuscrito me parece una dicha.
Llamé a Octavio Escobar para preguntarle un detalle sobre mi viaje a la Feria del Libro de Manizales y nos divertimos un rato.
De pronto me sentí muy cansado. La energía necesaria para la escritura se me fue en los pequeños asuntos de la vida cotidiana.
Fui a la cama y dormí la siesta. Después preparé el almuerzo. Se supone que es al revés. Le alisté a Alejandra el dinero de los gastos de septiembre y octubre. Le pedí a la negra Eufemia que pasara por la libros prometidos y el dinero. Llevará las cuentas con Alejandra. Seguí con la biblioteca gringa del tercer piso. Mañana, de madrugada, pasaré a limpio Los olvidos de Alejandra y tendré entonces la versión que se va publicar.
Vuelvo a la cama. Veré algo en Netflix, cualquier cosa, mientras me quedo dormido.
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