Koko Kondo Nueva York, 2018 |
Koko Kondo
HIROSHIMA
Tendría dos o tres años. Mi padre era un reverendo protestante y muchos huérfanos, niños de la calle, venían a la parroquia. Me trataban como su hermanita. A muchos no podía verles la cara, estaban desfigurados. Yo no tenía recuerdo de la bomba, sabía que había pasado algo terrible pero también que no debía preguntar. Un día, una de estas niñas me peinaba. Me volví a mirarla, quería ver cómo lo hacía. La chica tenía los dedos de las manos fundidos entre sí.
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