domingo, 13 de octubre de 2019

Casa de citas / Peter Handke / Madre IV

Elizabeth Catlett [1915]
Cartas, 1986

Peter Handke
Biografía
MADRE IV
Escribió cartas de despedida a todos sus familiares. No sólo sabía lo que hacía, sino también por qué no podía hacer otra cosa. "No lo comprenderás", le escribió a su marido. "Pero no puedo pensar en seguir viviendo." A mí me escribió una carta certificada y, además, urgente con una copia de su testamento. "Varias veces me he puesto a escribir pero no hallé ningún consuelo, ninguna ayuda." Las cartas no sólo estaban fechadas como de costumbre, sino que, además, señalaba el día de la semana: "jueves, 18-11-71". 
Al día siguiente fue a la capital de la provincia en autobús y, con la receta sin fecha límite, que le había extendido el médico de cabecera, se agenció aproximadamente cien pequeñas tabletas para dormir. A pesar de que no llovía se compró un paraguas rojo con un lindo mango algo curvo. 
Al atardecer regresó en un autobús que normalmente iba vacío. Aún la vió alguna que otra persona. Se dirigió a su domicilio, cenó en la casa de al lado, donde vivía su hija. Todo como de costumbre. "Incluso hicimos chistes."
Luego se asomó a su propia casa, se sentó con el hijo menor delate del televisor. Vieron una película de la serie "Cuando el padre con el hijo".
Mandó al niño a dormir y se quedó sentada con el televisor en marcha. El día anterior había ido a la peluquería y se había dejado hacer la manicura. Apagó el televisor, fue al dormitorio y colgó su traje de chaqueta marrón en el armario. Se tomó todas las tabletas para dormir, mezcladas con algunos anti-depresivos. Se puso su braga higiénica a al que agregó algunos paños y otras dos bragas más; con un pañuelo de cabeza se ató fuertemente la mandíbula y se acostó, sin enchufar la manta eléctrica, con un camisón largo hasta los tobillos. Se estiró y se puso una mano sobre la otra. En la carta, que, por lo demás, sólo disponía disposiciones para su entierro, concluía diciendo que se sentía completamente tranquila y feliz de dormirse por fin en paz. Pero yo estoy seguro de que no es cierto.
Peter Handke
Desgracia indeseada
Barcelona, Barral Editores, 1975, pp. 82-83



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