jueves, 1 de diciembre de 2016

Triunfo Arciniegas / Diario / Daniela y Las batallas de Rosalino




Triunfo Arciniegas
DANIELA
Guadalajara, México, 27 de noviembre de 2016

"He leído Las batallas de Rosalino unas cincuenta veces", me dijo la bellísima Daniela, y se refiere a la edición de Enka. Su padre trabajaba en la empresa cuando gané el Premio Enka, a finales de los ochenta. Supongo que Daniela sería entonces apenas una recién nacida. 

Hoy fui al stand de Tragaluz Editores en la FIL para dejarle la edición mexicana de Las batallas de Rosalino, muy distinta de la que ella ha leído.


Ella y Pilar Gutiérrez, la editora, me preguntaron sobre el origen del libro, y les conté de Meissen, el barrio del sur de Bogotá donde escribí la primera versión del libro. Los dueños habían viajado al Tolima y me quedé como el hombre de la casa, con las muchachas, la hija y la sobrina. La primera noche subieron en piyama al tercer piso y me despertaron con la noticia de que los perros estaban ladrando y de pronto se habían entrado los ladrones. Tomé una escoba y revisé la casa, seguido por las doncellas. Por suerte, no había nadie. Y esa era mi oración: "Que no haya nadie, que no haya nadie".

No había nadie.

Amanecimos conversando en la sala.

Luego, cuando llegaron las señoras del restaurante, las muchachas se fueron a dormir y volví a mi cuarto. Como el susto me había espantado el sueño, me senté a escribir. En 36 horas seguidas hice la primera versión de Las batallas de Rosalino. Terminé otro semestre de la maestría en la Universidad Javeriana y regresé a Pamplona. Me dediqué el resto de año al libro y envié al Premio Enka la tercera versión. Cuando salió el fallo, ya tenía la cuarta, y como estuve al cuidado de la edición, debido a me compraron las ilustraciones, en realidad publiqué la quinta versión. 

Años después, cuando por fin Alfaguara publicó la versión que por ahora es la definitiva, ya había escrito veintidós veces Las batallas de Rosalino. Las distintas versiones, debidamente anilladas, forman un cerro en las escaleras de mi casa.

Así es, trabajé treinta y seis horas sin pausa alguna. La segunda noche digité algunas páginas en mi máquina eléctrica y el golpeteo se escuchaba en toda la casa porque, al otro día, una de las muchachas me dijo después: "Anoche dormí tan tranquila sabiendo que usted estaba despierto".  Tan perdido estaban en el mundo de Rosalino, que los ladrones hubieran pasado junto a mí y hasta hubieran ojeado el texto por encima de mi hombro, y no me hubiera dado cuenta de nada. No estaba en Meissen ni en Bogotá sino en Chíchira, por donde sale asoma la luna, en los mismísimos dominios del dragón.


Biografía de Triunfo Arciniegas
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