En la cima del templo Ek Balam, Yucatán, 11 de diciembre de 2016 |
Triunfo Arciniegas
Cuchillo de pedernal
Valladolid, Yucatán,14 de diciembre de 2016
Estoy desde hace tres días en una pequeña ciudad de Yucatán, entre Cancún y Mérida, un territorio famoso por las pirámides, los templos y los cenotes, "hoyos de agua" o "cavernas con agua", donde los antiguos mayas practicaban sacrificios humanos rituales: niños y jóvenes. Arqueólogos y buceadores suelen encontrar los huesitos.
Nunca me había aventurado por estos rumbos. He tomado fotos y he mantenido el ritmo de los blogs a pesar de la mala salud, pero nada más. Tanta belleza a mi alcance, tanta generosidad de la naturaleza, pero el cuerpo no aguanta. El pasado 11 de diciembre subí a la cima de uno de los templos de Ek Balam, que significa "jaguar negro", con botas y morral, y el 12 tuve que quedarme en cama. Oí desde el cuarto el gran alboroto de las fiestas de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México. La tos me escarba con sus garras y la gripa azteca me abre el pecho con su cuchillo de pedernal, y no es que haya tomado remedios o no haya probado tratamientos. Donde llego pido un sofá o una cama y me quedo dormido sin vergüenza alguna.
Subí al templo al final de la tarde y en la cima disfruté la hora mágica en que los mundos se dividen. Se dice que los antiguos astronautas hicieron o enseñaron a los nativos a construir estos templos, y así se siente. Me señalan un lugar de aterrizaje y me enseñan una cabeza que bien podría pertenecer a un astronauta. Quien haya leído, sabe que la cultura maya es absolutamente asombrosa y que sus conocimientos de astronomía aún deslumbran. Los sacerdotes, muy respetados por el pueblo, eran astrónomos consumados que podían predecir eclipses y el curso del planeta Venus. En las piedras grabaron las respectivas fórmulas. El calendario solar maya era más preciso que el nuestro. Las ciudades el período clásico están orientadas respecto al movimiento de la bóveda celeste. Muchos edificios fueron construidos con el propósito de escenificar fenómenos celestes en la Tierra. En Chichén Itzá, como un acto de magia, se observa el descenso de kukulkán, serpiente formada por las sombras que se crean en los vértices del edificio durante los solticios. Las cuatro escaleras del edificio suman 365 peldaños. Google lo sabe casi todo.
Ayer fui a conversar con los niños de una escuela de Temozón, un pueblo cercano, y una niña me llevó a casa de su abuela para que me prepara un antiguo remedio maya. Hoy me siento mejor. Me aliviaré del todo y ya será hora de volver a casa.
La geografía no es todo.
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