jueves, 2 de agosto de 2012

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Héctor Tizón

Héctor Tizón
(21 de octubre de 1929 - 30 de julio de 2012)
“A la muerte, uno no tiene el deber de creerla, llega nomás”

POR RAQUEL GARZÓN
Revista eñe, 31 DE JULIO DE 2012

“Un escritor lo que necesita es, básicamente, tiempo y en las grandes ciudades el tiempo es muy caro. Aquí es muy barato”, decía esa tarde, Héctor Tizón –“ex embajador, vagabundo, exiliado y regresado”, según le gustaba definirse en la solapa de sus libros. Conversaba largo, como las sombras a la hora de la siesta en Yala y disfrutaba la ceremonia del encuentro. Entrevistado ideal, multiplicaba cada respuesta por una ristra de lecturas, leyendas y anécdotas. Tener tiempo para escribir sin prisa era una de las ventajas de vivir en la frontera, “en el norte del sur”, donde podía jugar a ser “un viajero sedentario”. De la larga entrevista que compartimos en agosto de 1999 –presentaba Extraño y pálido fulgor, su libro número quince, y pasamos dos días recorriendo los escenarios de su literatura, sinónimo del norte argentino–, recuerdo su condición de anfitrión espléndido y su mirada sobre la vejez, a la que decía no temerle. “Me gustaría terminar mis días en algún lugar muy quieto, viendo pasar las nubes, conversando”, deseaba en voz alta. ¿Le asusta la idea de la muerte? “La muerte, aunque ensayemos definiciones, de tan rotunda es inaceptable. Nuestras posturas ante ella son sólo un intento por exorcizarla”, definía. “Pero a la muerte uno no tiene el deber de creerla, llega nomás. Cuando yo era chico, a uno lo llamaban y decían: ‘La abuela está muriéndose, vengan a despedirse’. Y uno iba y rodeaba el lecho, y la abuela le daba la bendición y apoyaba la mano sobre la de uno y le decía adiós. Pero ahora ya ni los viejos admiten la idea de la muerte, y la muerte es algo abstracto que pasa fuera de la casa de uno, en un sanatorio, lejos. Pero no, creo que tampoco le temo a la muerte”. Tertulias no faltarán en su homenaje.




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