miércoles, 27 de noviembre de 2024

Un libro / Las dos rivales, de Sawako Ariyoshi

 


babelia libro 30/ 11

Las dos rivales

Sawako Ariyoshi
Traducción de Akihiro Tano y Twiggy Hirota
Errata Naturae, 2024. 
209 páginas. 20 euros

‘Las dos rivales’, de Sawako Ariyoshi: lucha entre mujeres en el Japón patriarcal

Situada en el siglo XIX esta novela sobre la lucha entre una madre y una esposa por el afecto de un mismo hombre posee una gracia peculiar y una delicadeza ceremoniosa


JOSÉ MARÍA GUELBENZU
25 NOV 2024 - 07:34 COT


Esta poderosa novela transcurre en el período Tokugawa, que se extiende desde 1603, en que el shogun Tokugawa toma el poder, hasta 1868 en que el último shogun, Tokogawa Yoshinobu restaura el gobierno imperial, una época floreciente para la economía y la cultura del país. El libro describe la vida en esa época se incardina a la perfección en el conflicto de las relaciones de poder dentro de una familia, pero ese no es su único mérito.


'Ensayo de un casamiento' (1914), por Isoda Koryusai.
'Ensayo de un casamiento' (1914), por Isoda Koryusai.

Sawako Ariyoshi (1931-1984) posee esa gracia peculiar que hace que narraciones de contenido social ofrezcan una suerte de belleza de la que carecen las de sus colegas occidentales. Quizá se deba a que pertenece a un país ceremonioso, de exquisita delicadeza y alta sensibilidad hacia las formas del comportamiento. En esta novela sitúa la narración en el siglo XIX, en una sociedad en la que las mujeres sólo se nombraban por el apellido de sus maridos. Otsugi Masamoto se casa con Naomichi Haneoka, el cual pertenece a una familia de baja extracción, pero es un médico bien considerado que procrea un hijo varón, Unpei, llamado a ser el sucesor de su padre. Para ello, es enviado lejos a que estudie medicina. Entretanto, Otsugi ha puesto sus ojos en Kae, joven de una prestigiosa familia de samuráis, para casar a su hijo. El matrimonio se lleva a efecto por poderes mientras Unpei se encuentra fuera de su hogar, formándose como tercera generación de médicos de la familia Haneoka.

El núcleo de la narración se centra tanto en la ascendente carrera de Unpei, que está obsesionado por encontrar un anestésico para poder operar libremente a sus pacientes, como en el choque de las dos mujeres por su preeminencia. Cuando Unpei regresa, su madre se alegra y se muestra posesiva con él: ambas mujeres compiten por ayudarlo en sus experimentos con animales que disgustan a la sensibilidad de Kae mas no la de Otsugi, cuyo orgullo de madre anula toda compasión. Entre ambas se establece una lucha por el hijo y marido que llega al extremo de que Otsugi se ofrece para que Unpei, ahora médico famoso rebautizado Seishu, la utilice como cobaya humana y “la llama de los celos —dice la autora— prende en lo más profundo del ser de Kae” por lo que decide ofrecerse también y competir con ella. “El comportamiento de su suegra tal vez no fuera deliberado, pero no había duda de que probaba su hostilidad hacia ella”. Una competencia que acabará trágicamente por la obsesión de Seishu.

A partir del conflicto, la relación entre ambas mujeres es de confrontación, cada una trata de ponerse por encima de la otra. La suegra, viuda tras la muerte de Naomichi, se convierte en cabeza femenina visible de la familia Hanaoka, por encima de Kae. A partir de este enfrentamiento, se produce una lucha enconada y disimulada por el poder. Kae da una hija a su marido, pero de ella se espera un varón; ante esta situación, Unpei designa como heredero al que fuera asistente de su padre, Ryoan Shimomura y Kae se siente perdida, pero al fin da a luz a un varón. Mas esa victoria final roe su conciencia. Otsugi ha fallecido y Kae ha quedado ciega a causa de una más intensa participación en el experimento. Su cuñada, entonces, dictamina el porqué del malestar de Kae: “piensas así porque ganaste tú”.

La historia real es que esa fue la primera vez que pudo operarse un cáncer de mama con éxito. Pero “el tamaño de la tumba del prohombre es más del doble de la de las dos mujeres juntas, si uno se coloca ante ella no alcanza a ver la de Kae ni la de Otsugi. La suya eclipsa todas las demás”.

EL PAÍS 



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