Finalmente, en la edad madura,
sentí la tentación de volver a la infancia.
La casa era la misma, pero
la puerta era diferente.
Ya no era roja… madera sin pintar.
Los árboles eran los mismos: el roble, el haya roja.
Pero la gente - todos los habitantes del pasado -
ya no estaban: perdidos, muertos, mudados a otra parte.
Los niños de enfrente,
hombres y mujeres viejos.
El sol era el mismo, los jardines
agostados, pardos en verano.
Pero el presente estaba lleno de extraños.
Y en cierta forma todo era exactamente correcto,
exactamente como lo recordaba: la casa, la calle,
el próspero pueblito…
No para volver ni reclamar,
sino para legitimar
el silencio y la distancia,
la distancia del lugar, del tiempo,
la desconcertante fidelidad de la imaginación y el sueño…
Recuerdo mi infancia como un largo deseo de estar en
otra parte.
Ésta es la casa; esta debe de ser
la infancia de la que hablaba.
Louise Glück
Las siete edades
Pre-Textos,Valencia, 2011
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