Triunfo Arcineigas
LOS INTELECTUALES Y EL PODER
Cúcuta, 8 de julio de 2016
Todos aquellos intelectuales que quieren para Colombia otra Cuba (sí, allí donde los asesinos deciden nuestro destino y allí donde los pobres nativos -tristes pájaros enjaulados- llevan más de medio siglo de hambre, opresión y aburrimiento), todos aquellos que consideran que un salvador (me ahorro el nombre pero tiene un Hugo Chávez por dentro, es decir, un déspota) podría sacarnos de nuestra miseria, de la desgracia de país que tenemos gracias a nuestros políticos corruptos, deberían averiguar cómo trató la dictadura de Fidel Castro a Guillermo Cabrera Infante, a Virgilio Piñera y a Reinaldo Arenas. Lean, piensen y luego opinen.
Si no tienen tiempo, lean un solo libro, Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas, y luego hablamos. Hasta hace poco un cubano no podía pasear por sus propias playas ni frecuentar un hotel, un cubano ni siquiera recorre su propio país porque le pertenece al Estado, un cubano necesita un permiso para vivir en La Habana. Si un pobre pescador cubano atrapa un pez, no puede venderlo, malparida sea la vida en esas condiciones. Todos aquellos que se bajan los pantalones ante la guerrilla debían averiguar cómo ha tratado la dictadura castrista a los homosexuales. Lean Antes que anochezca, por favor.
En Colombia hablan de paz como niños en una piñata pero no se han imaginado por un momento cómo será un gobierno de asesinos. ¿Ya no se acuerdan que las FARC asesinaron a 119 civiles en una iglesia, y que la mitad eran niños? ¿Qué sentirán ahora los padres de estos niños muertos ahora que los asesinos, con todas sus riquezas mal habidas intactas, pasan del monte al poder, con salarios desmesurados y todos los privilegios de la clase política? Algo es seguro: los padres de los niños muertos seguirán jodidos, los campesinos seguirán jodidos, los indígenas seguirán jodidos, los profesores seguirán jodidos, los choferes seguirán los jodidos, es decir, los jodidos seguirán jodidos. Pero en los palacios se oirá la risa de los asesinos y rodará a borbotones la champaña de sus victorias siniestras.
Con qué dolor, y con qué rabia, escribo estas líneas.
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