Margaret Atwood
ANTÍNOO, PRETENDIENTE DE PENÉLOPE
Queríamos el tesoro, naturalmente. Queríamos el reino. ¿Qué joven no iba a aspirar casarse con una viuda rica y famosa? Dicen que a las viudas las consume la lujuria, sobre todo si sus esposos llevan mucho tiempo desaparecidos o muertos, como era tu caso. No eras tan guapa como Helena, pero eso lo podríamos haber arreglado. ¡La oscuridad lo disimula todo! Y que fueras veinte años mayor que nosotros era una ventaja: morirías antes, quizá con un poco de ayuda, y entonces, una vez que hubiéramos heredado tus riquezas, habríamos podido escoger a la joven y hermosa princesa que hubiéramos querido. No me dirás que creías que estábamos locamente enamorados de ti, ¿verdad? Quizá no fueras ninguna belleza, pero siempre fuiste inteligente.
Margaret Atwood
Penélope y las doce criadas
Salamandra, Barcelona, 2005, pp. 101-102
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