Jack Lemmon y Billy Wilder |
BILLY WILDER
Es más interesante cuando alguien entra por la ventana
El mejor director es el que no puedes ver.
Nunca me retiraré. Tendrán que quitarme la cámara para que deje de hacer películas. Moriré haciendo películas.
No tengo tiempo para considerarme un inmortal del arte. Hago películas sólo para entretener a la gente y las hago tan honradamente como puedo.
Si quieres decirle a la gente la verdad, sé divertido o te matarán.
Dicen que no encajo en este mundo. Francamente, considero esos comentarios un halago. ¿Quién diablos quiere encajar en estos tiempos?
Trabajar en el cine era vergonzoso, era lo más despreciable. Gracias a Dios se inventó la televisión.
Lo único que me partiría el corazón sería que me quitaran la cámara y no me dejaran volver a hacer películas.
He hecho películas que a mí me hubiera gustado ver. Y yo sólo quiero ver películas que me entretengan.
La televisión es lo más maravilloso que podía habernos sucedido. Siempre hemos sido lo más bajo de lo bajo, pero ahora han inventado algo a lo que podemos mirar desde arriba.
Al público no hay que dárselo todo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos... Y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones.
Me gustaría morir a los 104 años, completamente sano, asesinado por un marido que me acabara de pillar, in fraganti, con su joven esposa.
Un húngaro es alguien que entra contigo en una puerta giratoria y sale antes que tú.
Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el Cine ha alcanzado su objetivo.
He vivido la época en que se temió que el cine se viera desplazado por la novedad de la televisión. Pero no he compartido ese miedo porque sé que la radio y los discos no pueden destruir la ópera. La televisión no ha podido acabar con el cine porque la gente quiere estar allí, quieren ser los primeros, quieren oír las risas de otras personas.
Ninguna buena acción queda sin castigo.
Confía en tu propio instinto. Los errores bien pueden ser tuyos en lugar de los de alguien más.
Tienes que tener un sueño, así en la mañana puedes levantarte.
Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate.
Un director tiene que ser policía, comadrona, psicoanalista, adulador y bastardo.
Normalmente, cuando te encuentras con una persona que parece insignificante y que no llama la atención se dice: detrás de esa fachada, hay más de lo que parece. En mi caso sucede lo contrario: detrás de mi apariencia hay menos de lo que parece.
Hay algo sorprendente: cuando reflexiono sobre todas mis películas, me llama la atención que, en las épocas en que estuve deprimido hice comedias. Y cuando me sentía feliz, rodé temas más bien trágicos. Quizás intente inconscientemente compensar cada uno de mis estados de ánimo.
No voy a la iglesia. Arrodillarme me hace bolsas en los pantalones.
Una vez me preguntaron: ¿Es importante que un director sepa escribir? Y yo respondí: no, pero sí es útil que sepa leer.
Escribir un guión no es esperar a que llegue la musa y te bese en la frente; es un trabajo muy duro. He hecho ambos trabajos, y sé que dirigir es un placer y escribir un guión es un rollo.
Para hacer una película hay una sola regla: sólo hay que hacer aquello que sea de utilidad a la película.
Es aburrido ver a alguien entrar en una casa por la puerta. Es mucho más interesante cuando alguien entra por la ventana.
Pienso rodar algunas escenas fuera de foco... Quiero ganarme el Oscar a la mejor película extranjera.
Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir! El décimo dice: tienes que tener derecho al montaje final de la película.
Todos los días miro los obituarios de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría es más joven que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor se han olvidado de mí.
Me aburro si hago siempre lo mismo. Admiro a Hitchcock; pero no podría trabajar como él, porque siempre hacía la misma película.
No es verdad que todos mis colaboradores forzosamente acaben dándose a la bebida. Algunos también se suicidan. ¡Yo no tengo infartos, los provoco!
Casa de citas / Billy Wilder / Marilyn Monroe
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