John Wick
- Dicen que cuando John Wick nació, él le dio una nalgada al doctor.
- Cuando John Wick iba a la escuela, la maestra le pedía permiso para salir al baño.
John Wick
- Dicen que cuando John Wick nació, él le dio una nalgada al doctor.
- Cuando John Wick iba a la escuela, la maestra le pedía permiso para salir al baño.
Han pasado quince años desde la publicación, también en Tusquets, de esas memorias colectivas y literarias de Juan Cruz Ruiz que tituló tan acertadamente Egos revueltos. Con este libro, el periodista, editor y relaciones públicas (así se denomina) de las letras españolas continúa o amplía esa obra, aunque afina el tiro en lo que pretende y consigue ser un homenaje de los autores a la editorial.
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RAPIDA Y MORTAL
(1995)
Leonardo DiCaprio, Gene Hackman, Sharon Stone y Russell Crowe. Sony Pictures no quería contratar a dos de estos actores: Crowe y DiCaprio, así que Sharon Stone defendió a ambos; eligió a Crowe y, de hecho, pagó el salario de DiCaprio por esta película.
Facepemículas / Facebook
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La pareja nos abre las puertas de su relación.
"Se disfruta de una forma diferente, pero la intensidad es exactamente igual", dice Isabel Preysler en una de sus entrevistas más íntimas. Está en el salón de su casa, cómoda, rodeada por el equipo de Harper's Bazaar España y, aún así, confidente. Junto a ella, su pareja, Mario Vargas Llosa, con quien comparte vida y corazón desde hace ya dos años. Hablan el uno del otro como si el suyo fuera el primer amor de cada uno, con la misma ilusión y enamoramiento que las relaciones que nacen a las puertas de un instituto; como si llevaran décadas destinados a encontrarse...
Wislawa Szymborska
CARTAS
Wislawa Szymborska y Kornel Filipowicz vivían juntos, pero se escribían cartas casi todos los dias. Muchas veces hablaban de cosas cotidianas, pero su correspondencia también incluía dibujos, collages, fotos, recortes de periódico, caricaturas y bocetos.
Los dibujos eran de árboles, animales, paisajes y retratos, pintados por Szymborska y por Filipowicz. Venían acompañados de comentarios, muchas veces bromas, a veces notas tristes, o que servían solo para sus declaraciones de amor.
Por ejemplo, en la carta del 21 de julio de 1969 ella pegó a la carta una foto de Cracovia en forma de corazón, con una posdata que lee: “Kornel, este es mi corazón urbano, que te anhela y espera”.
El 21 de julio de 1969 ella le dice: “Pero tú estás por encima de todo, puedes competir incluso con la salida del sol en Polinesia”.
Esta edición de "Las afueras" es preciosa.
Conocía otra que tenía el genial titulo: “La mejor vida la tiene tu gato” que también contiene la correspondencia de estos dos preciosos grandotes, entre los años 1967 y 1985.
Mario Jursich
CASANOVA
Hace diez años, la revista Fucsia nos pidió a Juan David Correa, Marcel Ventura y a mí que recomendáramos a sus lectoras «un libro que abordara el sexo, hablara sobre la sexualidad o se adentrara en el complejísimo universo de las relaciones sentimentales». Si alguien quiere saber por qué elegí un libro de casi ¡4.000 páginas!, puede repasar estas líneas escritas hace una década.
Dick Van Dyke
EJERCICIO
A los 30 hacía ejercicio para verme bien. A los 50 para estar en forma. A los 70 para no estar postrado en una cama. A los 80 para poder vivir sin asistencia. Ahora, a los 99, lo hago por puro desafío.
LOS OSOS DE YELLOWSTONE
Una inusual acumulación de osos, tanto grizzlies como negros, ha bloqueado las entradas del Parque Nacional de Yellowstone, impidiendo el acceso a turistas y generando alarma entre los guardabosques. Este fenómeno, sin precedentes, ha llevado a evacuaciones y retrasos, y ha dejado perplejos a los científicos.
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Harrison Ford |
Harrinson Ford
Esto no es un set de película. Esto no es Han Solo. Esto es solo Harrison Ford, en algún momento a principios de los 70, en su propia cocina, mucho antes de que la galaxia supiera su nombre.
José Martí
EL MONSTRUO
Toda mi vida he recordado esta frase pero de otra manera: “Porque conozco al monstruo, puedo hablar de sus entrañas”. Ahora veo que existe otra: “Puedo hablar del monstruo porque conozco sus entrañas”.
Anónimo
LETICIA
Leticia fue mi alumna en la escuela "Justo Sierra", en plena sierra. Tenía once años de edad.
Once años conociendo las carencias y la mugre de la vida.
Siempre con la misma ropa, heredada por una tradicional necesidad familiar.
Once años batallando con los bichos de día y de noche.
Con una nariz que como vela escurría todo el tiempo.
Con el pelo largo y descolorido sirviendo de tobogán a los piojos.
Aun así, era de las primeras en llegar a la escuela.
Tal vez iba por los momentos necesarios para soñar que era lo que no; aunque enfrentara el rechazo y el asco de los demás.
A la hora del trabajo en equipo nadie la quería.
No dieron la oportunidad para demostrar qué tan inteligente era: el repudio fue lo que Leticia conoció.
Me desconcertaba el hecho de ver que algunos varones con características semejantes a las de Leticia eran aceptados por el resto de las niñas y los niños, pero no ocurría lo mismo con Leticia y las niñas.
A mí solo se me ocurría hacer recomendaciones que nunca fueron atendidas.
En ese tiempo me preguntaba:
¿De qué sirve leer cuentos a esos niños que no han comido?;
¿serviría de algo alimentarlos con fantasías?
Yo creía que sí, pero no sabía hasta dónde.
Constantemente les brindaba relatos, sobre todo en la mágica hora de lecturas, dos veces por semana.
Un día conté "La Cenicienta" y cuando llegué a la parte en que el hada madrina transformó a la jovencita andrajosa en una bella señorita de vestido vaporoso y zapatillas de cristal, Leticia aplaudió frenéticamente el milagro realizado.
Había una súplica en su rostro que provocó la burla de los que no tenían la misma capacidad ni la misma necesidad de soñar.
Esta vez hubo recomendaciones y regaños.
En otra ocasión, pregunté a mis alumnas y alumnos: ¿qué quieren ser cuando sean grandes?
Y el cofre de sus deseos se abrió ante mí: alguien quería ser astronauta, aunque al pueblo ni el autobús llegaba; otros querían ser maestros, artistas o soldados.
Cuando le tocó el turno a Leticia, se levantó y con voz firme dijo:
“¡Yo quiero ser doctora!"
y una carcajada insolente se escuchó en el salón.
Apenada, se deslizó en su banca invocando al hada madrina que no llegó.
Mi labor en esa escuela terminó junto con el año escolar.
La vida siguió su curso.
Después de quince años, regresé por esos rumbos, ya con mi nombramiento de base.
Hasta entonces encontré algunas respuestas y otras preguntas.
Las buenas noticias me abordaron en autobús, antes de llegar al crucero donde trasbordan los pasajeros que van al otro poblado.
Llegaron en la presencia de una señorita vestida de blanco.
-¡Usted es el maestro Víctor Manuel!... , ¡usted fue mi maestro! _me dijo_ sorprendida y sonriente.
El que podía encantar serpientes con las historias que contaba.
Halagado, contesté:
_Ese mero soy yo.
_¿No me recuerda, maestro? _Preguntó, y continuó diciendo con la misma voz firme de otro tiempo- yo soy Leticia ... y soy doctora ...
Mis recuerdos se atropellaban para reconstruir la imagen de aquella chiquilla que en otro tiempo nadie quería tener cerca.
Se bajó en el crucero dejando, como La Cenicienta, la huella de sus zapatillas en el estribo del autobús...
Y a mi con mil preguntas.
Todavía alcanzó a decirme: - Trabajo en Parral... búsqueme en la clínica tal... y se fue…
Un día fui a la clínica que me dijo y no la encontré.
No la conocían ni la enfermera ni el conserje.
¡Era demasiada belleza para ser verdad!
"Los cuentos son bellos pero no dejan de ser cuentos", me lamentaba.
Arrepentido de haber ido, y casi derrotado, encontré a la directora de la clínica y hablé con ella.
Lo que me dijo, revivió mi fe en la gente y en la literatura:
_La doctora Leticia trabajaba aquí _me contó_.
Es muy humana y tiene mucho amor por los pacientes, sobre todo con los más necesitados.
_Esa es la persona que yo busco _asi grité.
_Pero ya no está con nosotros _dijo la directora.
_¿Se murió? _Pregunté ansioso.
_NO, COMO CREE, La doctora Leticia solicitó una beca para especializarse y la ganó... ahora está en Italia.
Leticia sigue aprendiendo más y enseñando sus secretos para luchar.
Yo sigo queriendo saber hasta dónde llega el poder de las palabras; ¿cuál es el sortilegio para encantar a las serpientes que jalan a los descobijados?; como profesor, ¿qué puedo hacer para equilibrar la balanza de la justicia social ante casos parecidos?; ¿cuándo empezó el despegue de los sueños de Leticia en cuanto al resto de sus compañeras y compañeros?; ¿dónde radica la fortaleza de las mujeres que superan cualquier expectativa?
Ya no quiero ser el maestro de Leticia: Ahora quiero aprender.
Quiero que me enseñe cómo evoluciona una oruga hasta convertirse en ángel y, sobre todo, quiero descubrir, ¿cuál fue la varita mágica que la convirtió en la princesa del cuento?
El maravilloso poder de las palabras.
Mientras se encuentra inmersa en la escritura del prólogo para una antología de artículos sobre Marcel Proust, Laure Murat topa con una escena de Downton Abbey en la que un mayordomo pone la mesa midiendo la distancia entre cubiertos con ayuda de una regla. Esta diminuta ceremonia, ejecutada con solemnidad sacramental, evoca en Murat, desde lo más recóndito de su memoria, una figura arcaica: las puras «formas vacías» que rigen el entorno aristocrático; el principio sobre el que se equilibra toda una casta, su casta. Porque lo que Murat reconoce en esa atención a las cosas inútiles es, a su pesar, una parte de sí misma, descendiente al mismo tiempo de los Luynes y de los Murat, dos célebres y centenarias dinastías francesas.
A raíz de esta pequeña epifanía, y guiada por la fascinación que despertó en su juventud la lectura de En busca del tiempo perdido, acabará emprendiendo una revisión de su propio y muy proustiano pasado que la llevará, a su vez, a explorar la vida y obra de Proust a través de una historia y un París que no le son nada ajenos: dos universos vinculados sin solución de continuidad, pues «el mundo pasado en el que crecí seguía siendo el de Proust, que había conocido a mis bisabuelos, cuyos nombres aparecen en su novela».
Una novela que supuso para ella, a los veinte años, un impacto transformador: «Y entonces mi vida cambió. Proust sabía mejor que yo por lo que estaba pasando. […] Incluso antes de romper con mi propia familia, me ofreció una meditación sobre el exilio interior que experimentan quienes se desvían de las normas sociales y sexuales». Así es como Proust, novela familiar se erige en un homenaje no solo a la obra proustiana sino al poder emancipador de la literatura a través de la lectura, que es también un poder de consuelo y de reconciliación con el tiempo.
ANAGRAMA
Miguel de Cervantes Saavedra
ESTAS BORRASCAS
“Sábete, Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien esté ya cerca...”
Miguel de Cervantes Saavedra
Don Quijote