Escultura de madera Tung Ming-Chin |
Triunfo Arciniegas
EL ESCRITOR Y LA MISERIA
17 de abril de 2023
Si invitan a un escritor a dar una charla, en un colegio o donde sea, páguenle. No lo traten como al serenatero que mandan para la casa borracho y sin un peso. Señores, no basta con pagarle el traslado al lugar de la función o invitarlo al almuerzo o agasajarlo con un ramo de flores. El escritor se enferma, paga arriendo y servicios, tiene hijos, quiere uno que otro libro, se le antoja entrar al cine. Por muy bonito que sea el ramo de flores, no se puede cambiar por un remedio en ninguna farmacia o por una novela o una resma de papel. Reconozcan el trabajo del escritor. Es decir, aprécienlo. No den por sentado que el escritor realiza conferencias o recitales o talleres o videos gratuitos.
Todas las semanas me llegan invitaciones y ninguna especifica cuánto hay para eso. Si tengo que preguntar, la cosa empieza mal. “No lo habíamos considerado”, dicen algunos, sin vergüenza alguna. “Ad honoren”, añaden los sirvengüenzas más cultos. “Le vamos a hacer un homenaje”, dicen ahora. Como si de homenajes viviera el hombre.
Así como ustedes no les piden al médico que les regale una receta ni al tendero que les obsequie sus productos, no pretendan que el escritor reparta libros gratis. Pasen por las librerías y compren sus libros. Lean, comenten y recomienden sus obras si valen la pena. El escritor hace parte de la cadena productiva: usa los zapatos que otros fabrican, viste la ropa cuya confección da de comer a otros o come en restaurantes cuyas ganancias de pronto los benefician a ustedes mismos. Así funciona la economía.
Escribir es trabajar, y disculpen la obviedad de la frase. Escribir requiere de una larga paciencia. Se necesitan muchos pero muchos años de aprendizaje. Cuando un escritor por fin publica un libro, ha recorrido un largo y tortuoso camino. Un escritor, como un pianista o un pintor, no se hace de la noche a la mañana.
Existe, además, el factor de la incertidumbre. Si alguien empieza a estudiar la carrera de Derecho y cuenta con el dinero y la dedicación, tarde o temprano será abogado. Lo mismo puede decirse de los médicos o los arquitectos. Pero con los artistas no sucede lo mismo. Por una Shakira, hay millones que no lo lograron. Miles y miles que soñaron con la fama y la fortuna no pasaron de serenateros. Hay un solo Picasso, un solo Bacon, un solo Balthus, y millones de aspirantes haciendo retratos en la calle a cambio de centavos. Hay millones de aspirantes a escritores que se quedaron por el camino porque no les alcanzó el talento ni tuvieron la misteriosa suerte de aparecer en el lugar preciso a la hora indicada o no persistieron el tiempo suficiente para lograrlo. Incluso hay algunos que lo lograron y ni siquiera se enteraron. Kafka, por ejemplo. Van Gogh, por ejemplo.
Y volviendo al asunto, el escritor no tiene que ser un muerto de hambre definitivamente. La idea romántica del escritor desgraciado, alcoholizado o drogadicto, no sólo es falsa sino detestable. Nadie hace una obra en tales condiciones. El escritor requiere cubrir sus necesidades. Merece una vida digna, como todo ser humano.
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