Una historia
no tiene comienzo ni fin: arbitrariamente uno elige el momento de la
experiencia desde el cual mira hacia atrás o hacia adelante. Digo "uno
elige" con el orgullo inexacto del escritor profesional que —cuando ha
alcanzado alguna notoriedad digna de tenerse en cuenta— fue elogiado por su
destreza técnica; pero, en realidad, ¿elijo yo por mi propio arbitrio
aquella oscura y húmeda noche de enero de 1946, en el prado comunal, la figura
de Henry Miles, sesgada a través del ancho río de lluvia, o son estas imágenes
las que me eligen a mí? Conviene sin duda, según las reglas del oficio,
comenzar justo en este momento, pero de haber creído entonces en algún Dios,
podría haber también creído en una mano tomándome bruscamente del codo y en una
voz sugiriéndome: "Háblale; no te ha visto".
¿Por qué, en
otro caso, iba yo a haberle hablado? Si no fuera el odio una palabra demasiado
vasta para usarla en relación con un ser humano, yo odiaba a Henry, como
también odiaba a Sarah, su mujer. Y supongo que él, a su vez, no tardó en
odiarme después de lo que pasó aquella noche; como seguramente debió odiar en
oca siones a su mujer y a aquel otro en cuya existencia teníamos entonces la
suerte de no creer ni él ni yo. Ésta es, pues, una historia mucho más de odio
que de amor, y si digo en ella algo en favor de Henry o de Sarah puede
prestársele crédito: escribo contra mi parcialidad, porque forma parte de mi
orgullo profesional el preferir la casi-verdad incluso a la expresión de mi
casi-odio.
Graham Green
El fin de la aventura
Sur, Buenos Aires, 1979, p. 9
The 100 best novels No 71 / The End of the Affair by Graham Greene (1951)
Graham Green / El fin de la aventura / Reseña de Vargas Llosa
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