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Triunfo Arciniegas
CONFUSO Y ALBOROTADO
1 de diciembre de 2018
En mi estado actual, inmóvil y atornillado, con tantas drogas para mantener a raya el dolor, la inflamación y las posibles infecciones, tras quince días de cama, confundo las ilusiones con las alucinaciones.
Nada novedoso, por cierto. Se me dan fácil estas confusiones. No me ilusiono, alucino. Como buen Piscis, soy hombre de extremos. O levito o me arrastro. O todo o nada.
En este caso, y atendiendo las recomendaciones médicas, estoy volando, y todos sabemos que la droga ayuda. El pie no debe tocar tierra en sesenta días. Fueron muy precisos. Hay papeles con sello de la clínica que no me dejan mentir. De modo que estaré orbitando alrededor de la Tierra hasta el 24 de enero de 2019. (3019, escribí en un borrador anterior, cifra que me pareció un tanto exagerada.) Y si para tal fecha ya estoy amañado, ni modo, seguiré como un George Clooney hasta la eternidad.
Dicen que las desgracias no vienen solas. Vienen por rachas, como a menudo pasa con la buena suerte, y esto lo saben muy bien los apostadores. Hace tres o cuatro días, madrugué al baño y me caí. El pie bueno resbaló y me fui de culo. Ya pueden imaginar en el piso a este aprendiz en el arte de las muletas, corneado por el dolor y derrotado en el ejercicio de la más humilde de las faenas cotidianas. Me lastimé la espalda, el brazo derecho y la dignidad. La pierna fracturada siguió tal cual, por suerte hubo espacio para que se deslizara con cierta placidez de bailarina del Bolshoi.
Como tuve que dejar Cuatrovientos y venir de urgencia a casa por unos documentos que me solicita el ángel de la guarda bogotano y que solamente yo podía encontrar, me azotó el clima del páramo y ahora estoy resfriado y con tos. René, atento y prudente, condujo la Bronco con su habitual habilidad, mientras hablábamos de las cosas de la vida, y llegamos sanos y salvos, con Alejandra dormida en el puesto de atrás.
Hicimos pausas para acomodar sobre la almohada la pierna de platino y para comprar mandarinas y comer algo en El Diamante, bebimos el paisaje y tuvimos suerte con los trancones ocasionados por los trabajos en la vída: fueron breves. Ni siquiera nos detuvo la policía, tan elemental, tan primitiva, por no decir otra cosa. La Bronco, poderosa y cómoda, todo un monstruo, inspira recelo. Se les antoja vehículo de mafioso. En fin, un buen viaje.
Pero, al parecer, la niebla de Pamplona me extrañaba y me abrazó con intensidad de amante desbocada, me envolvió en sus razones y me arrojó a una noche de duermevela y delirios.
Así las noches, así los días.
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