Triunfo Arciniegas
CON NERUDA EN LA HABANA
La Habana, 5 de noviembre de 2015
Pablo Neruda ha sido una presencia constante en mi vida, desde la adolescencia. Recuerdo que en pleno sarampión nerudiano mi madre me dijo, en el patio de la casa: "Se murió un poeta, un tal Neruda". Algo así me dijo.
Fui a Chile a conocer sus casas. Escribí sobre un viaje a Isla Negra mucho años antes del mismo viaje. Neruda ya no vivía cuando tuve esa suerte. Dejé una flor en la tumba del poeta. Allí, en Isla Negra, siguen sus huesos, junto a Matilde Urrutia, frente al mar. Con arena de la playa llené una botella de Coca-Cola y me la llevé a casa.
Hice muchas fotos y recorrí, estremecido, una casa de madera y piedra que me sabía de memoria. No sé quién dijo: "Si quieres conocer un lugar hermoso, pregúntale a un poeta". Los maderos de la cerca que rodea la casa, qué maravilla, rebosan de letreros de amor, corazones y flechas. Neruda fue un poeta casamentero.
En Valparaíso, en esa preciosa y delgadísima casa de cuatro niveles, no me permitieron hacer fotos. Tampoco en Santiago, en la casa pegada al cerro San Cristóbal.
Ahora, recorriendo el Malecón, en La Habana, encuentro un cartel con unos versos de Neruda, y la emoción regresa.
Gracias, poeta querido, por tanta dicha.
Fui a Chile a conocer sus casas. Escribí sobre un viaje a Isla Negra mucho años antes del mismo viaje. Neruda ya no vivía cuando tuve esa suerte. Dejé una flor en la tumba del poeta. Allí, en Isla Negra, siguen sus huesos, junto a Matilde Urrutia, frente al mar. Con arena de la playa llené una botella de Coca-Cola y me la llevé a casa.
Hice muchas fotos y recorrí, estremecido, una casa de madera y piedra que me sabía de memoria. No sé quién dijo: "Si quieres conocer un lugar hermoso, pregúntale a un poeta". Los maderos de la cerca que rodea la casa, qué maravilla, rebosan de letreros de amor, corazones y flechas. Neruda fue un poeta casamentero.
En Valparaíso, en esa preciosa y delgadísima casa de cuatro niveles, no me permitieron hacer fotos. Tampoco en Santiago, en la casa pegada al cerro San Cristóbal.
Ahora, recorriendo el Malecón, en La Habana, encuentro un cartel con unos versos de Neruda, y la emoción regresa.
Gracias, poeta querido, por tanta dicha.
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