lunes, 25 de abril de 2011

La mujer cometa


Mujer que vuela
Acrílico y esmalte acrílico sobre tela
David Garza

Triunfo Arciniegas
LA MUJER COMETA

Siempre queríamos subir desnudos a la loma. Desnudos y sucios, con las uñas sucias y estropeadas. Pero mamá, furiosa, los brazos cruzados y los ojos rojos, se atravesaba en la puerta hasta que nos decidíamos por los zapatos luminosos, las ropas limpias y la sonrisa rosada. Siempre mamá. Y las uñas recortadas y limpias. Como siempre, mamá. Siempre vestidos y contentos a elevar la mujer desde la loma. La extraíamos de la caja, le arrancábamos los periódicos y la inflábamos con la boca hasta casi reventar. Era agotadora la tarea. Pero nos fascinaban sus pechitos blancos sin pezones, su redonda y suave cintura, las largas piernas, sus veinte uñas pintadas de rojo. Acariciaba disimuladamente su piel brillante, el vientre liso, los pies pequeños, los graciosos dedos. Entonces, cuando el aire comenzaba a separarla de la tierra, como el inocente Príncipe Azul acabando de besar a la Bella Durmiente, se despertaba y nos miraba con ternura, entreabriendo su boquita pintada. El viento y sus delicados dedos ponían en orden los largos cabellos. Y comenzaba a jadear a medida que subía; más arriba, gritaba, chillaba, se reía. Se sacudía violenta, con ganas de escapar, pero nosotros envolvíamos la cuerda entre los dedos. La cuerda no nos arrancaría los dedos. No tenía importancia que se nos ensangrentara la cuerda si la mujer gozaba la dulzura de volar. Se escondía entre las nubes; nadie supo qué cosas haría entonces, se acariciaría las largas piernas o se mordería los dedos y los labios o fabricaría extraños peinados con sus largos cabellos. Halábamos con fuerza cuando el viento parecía derribarnos y las nubes se destrozaban. Que no se reventara la maldita cuerda, que no perdiéramos nuestra hermosa mujer. Y de las nubes destrozadas surgía la mujer como un náufrago invencible. Sólo caía, fatigada y dichosa, cuando se nos hacía de noche. Sus mejillas encendidas alumbraban el camino de regreso. Antes de abrir la puerta, en el jardín penumbroso, la desinflábamos, la envolvíamos en los periódicos y la encerrábamos en la caja. Ya estaba dormida y silenciosa, las largas pestañas recogidas y la boquita sellada, como muerta de frío la hermosa. Atábamos la caja con una cinta roja, poníamos en orden los cabellos y los pensamientos y acomodábamos el rostro para mamá. Siempre mamá. Abríamos la puerta como perros regañados. Mamá nos revisaba los zapatos luminosos, las ropas limpias y la sonrisa rosada, siempre seria y siempre rabiosa, y las uñas recortadas y limpias, y hasta la otra tarde nos guardaba la caja en su alcoba. Sólo entonces podíamos jugar desnudos.


1 comentario:

Mayra Elena Martinez dijo...

¿muñeca inflable utilizada como cometa? ¿...en un juego? ¿de niños?
¿¿¿¿¿Será de niños ese juego?????