sábado, 29 de junio de 2013

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Dinero para fantasmas


Edgardo Cozarinsky
DINERO PARA FANTASMAS

Edgardo Cozarinsky ha construido buena parte de su historia vital en la diáspora, aunque en las últimas dos décadas vive a caballo entre París y Buenos Aires. De su producción literaria, rica en ensayo, relato y novela, destaca Lejos de dónde, que indaga con brillantez en la ocultación de identidades de criminales nazis. Escritor y cineasta acucioso, detallista y amante del rigor científico en la construcción de historias, Cozarinsky cuenta en Dinero para fantasmas (tercera novela que publica en Tusquets) la historia de amor de dos personajes que, partiendo del Buenos Aires marginal, viven peripecias novelescas en el otro extremo del mundo; una historia que hace brotar de nuevo la imaginación de un viejo escritor, Andrés Oribe, posiblemente un trasunto del propio autor. Las historias que se cruzan en la novela actúan de interruptores luminosos: van abriéndose una tras otra por la vía del contacto, ya sea tangencial o directo. Las pasiones son las encargadas de alimentar el caudal narrativo: a veces vividas, a veces imaginadas.


Zona de Obras
16 de junio de 2013








Edgardo Cozarinsky
La eterna juventud


“Espero estar dejando algo en herencia”, dice el escritor argentino Edgardo Cozarinsky, que acaba de publicar una nueva novela, “Dinero para fantasmas”, el relato de un amor loco.

Por Valeria Meiller
Clarín, Revista Ñ
11 / 09 / 2012




Edgardo Cozarinsky es un hombre de acción. Así lo prueba el ritmo de su producción, de la que no dejamos de escuchar noticias. A poco de la presentación entre el público local de Nocturnos, su última película, recibimos ahora las noticias de la publicación de Dinero para fantasmas, su nueva novela. En diálogo con Ñ, además, cuenta sus proyectos en el presente: “Tengo unas páginas sueltas, apuntes de ficción, que todavía no hallaron su enlace. Pero no dudo de que lo tendrán, y sigo sumándoles otras. A menudo empiezo a escribir así, y más tarde entiendo si es para un cuento o un relato más largo. En cine estoy preparando un tercer filme en la vena de Apuntes para una biografía imaginaria y Nocturnos, es decir un ensayo lírico y personal: una Carta al padre, siempre con Constanza Sanz Palacios, mi productora, a mi lado”.

A la vista de todos estos planes, es difícil no preguntarse de dónde vienen el empuje y la tormenta de este incansable cineasta y escritor. Para quien intente encontrar una respuesta, es iluminadora la lectura de este libro. A grandes rasgos, Dinero para fantasmas cuenta cómo la historia de vida de una chica de la villa –que luego deviene la amante de un magnate ruso en Berlín– llega a una parejita de estudiantes de cine, a través de los cuadernos de un viejo cineasta. Debajo de la construcción de ese argumento, sin embargo, la novela también deja abierta una pregunta de otro orden, más vital si se quiere. ¿Qué hacer con una historia que se hereda? ¿Es posible salvarla del peso del pasado? En una cita solapada de un poema de María Moreno, Cozarinsky expresa esta preocupación: “así como los objetos permanecen en el cuarto aunque desaparezcan de la vista una vez apagada la luz, los ausentes rondan, tenaces, aun cuando no se piense en ellos”.

Como una posible respuesta a este interrogante, la estructura de la novela (una historia dentro de otra, dentro de otra...) parece sugerir que la forma de salvar al pasado es imprimirle una pasión nueva para dar con una versión distinta de él. Cada personaje recoge a los anteriores para reinventarlos y, cuando la magia de ese interés se suscita, los personajes se salvan, unas veces del olvido, otras del peso de sus propias vidas. Que la pasión amorosa y el amor por la literatura, por el cine y por la vida pueden funcionar como formas de redención es una de las ideas que parece desprenderse de las páginas de este libro. Por eso, no nos sorprende ver a Cozarinsky trabajar sin pausa, año tras año en un proyecto distinto y siempre con la misma fuerza. Cada tanto, sobre los objetos del cuarto a oscuras, una luz en movimiento desde el exterior pasa, traza un nuevo mapa de sentido. En la urgencia de esa nueva figura, se trabaja: hacía falta verlo bajo una luz nueva, aunque en realidad siempre hubiera estado ahí.

-“Dinero para fantasmas” es una serie de relatos enmarcados uno dentro de otro. ¿Cómo surgió esa estructura de cajas chinas?

-Fue surgiendo a medida que escribía, te diría incluso que se me impuso. Como en otros relatos míos, aun en algunas películas, lo que me atrae es contextualizar, poner personajes y situaciones en un marco donde parezcan revelar más que si quedaran solos, iluminarlos con una luz lateral que haga surgir aspectos insospechados. Del amor loco de la pareja villera, me atrajo desde luego que de golpe ella desapareciese para reaparecer en una vida que hubiese pensado inalcanzable: la de las revistas People o la televisión. Pero inmediatamente percibí que la fascinación de esa anécdota podía impactar, más que en sus personajes, en un hombre mayor, intelectual, que ya empieza a cansarse de lo que le ofrece la vida que ha estado viviendo. A medida que la insertaba en la imaginación de éste, me llegó casi como un mandato que él no podía dar la última palabra, que ésta correspondía a los jóvenes. De allí ese marco: los cuadernos del viejo heredados por los jóvenes, y qué van a hacer éstos con ellos.

-¿Cómo se relaciona eso con aquello que escribiste en “El rufián moldavo” acerca de que “los cuentos no se inventan, se heredan”?

-Desde que me puse a escribir en serio, con una urgencia casi frenética –diría que a partir de 1999, cuando sobreviví a una enfermedad que estuvo a punto de dejarme paralítico– vivo con la urgencia de dar forma, de trabajar y publicar todo lo que había almacenado durante décadas. Lo único que rescato del período anterior a esa fecha es Vudú urbano (1985). Si es cierto que al escribir doy forma a lo heredado, también es cierto que lego, siento o más bien espero estar dejando algo en herencia.

-En la parte central de la novela, que empieza en el barrio sur de Buenos Aires y termina en Salta, hay una larga sección que ocurre en Berlín y que es como un regreso al pasado del personaje escritor. ¿Cómo se relaciona ese pasaje con tu propio pasado?

-Nada de lo que escribo es autobiográfico, pero la vida vivida es lo que alimenta –en el ámbito de la ficción– con un efecto de “realidad” a situaciones y personajes. Tal vez esto estuvo menos visible en mi libro Lejos de dónde y demasiado evidente en La tercera mañana. Sí, Berlín fue siempre una capital imaginaria de mi universo de ficción, más en tiempos del Muro, cuando ponía en la escena de la vida cotidiana el absurdo y lo patético de la Guerra Fría, que hoy, metrópolis de jóvenes que crean lo nuevo y no cargan con las reminiscencias literarias que yo había heredado: Berlín Alexanderplatz de Döblin, Adiós a Berlín de Isherwood.

-Todos los personajes de la novela viajan. ¿Cómo creés que la experiencia de los viajes puede transformar y transformarlos?

-Al viajar uno vive, sobre todo cuando es joven, una identidad imaginaria. Al volver, ve su punto de partida bajo una luz distinta. Las dos cosas enriquecen. La primera puede exaltarte, iluminarte. La segunda serte útil o fatal.

-Hay en la novela mucha pasión y, al final, una apertura hacia un futuro desconocido que los jóvenes deberán realizar. Esto es nuevo en tu obra.

Si lo ves como tal debe estar en el libro. El autor sólo se entera de lo que escribió a través de los lectores. Pero es cierto que en mi filme más reciente y audaz, Nocturnos, me observaron esa misma mezcla de pasión y emoción. ¿Será que los años me han permitido lanzarme a lo que de joven me asustaba? Hablando en serio: creo que mucho se lo debo a vivir, hoy, casi todo el tiempo en Buenos Aires y rodeado de gente joven. Mi ciudad y su gente son una fuente de energía que me ha limpiado de la anquilosis de París.




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